Este verano hemos pasado alguna ola de calor, y puede que aún venga alguna más. Según informaciones recientes, 7 de los 10 años más cálidos registrados en España desde 1965 se han producido desde 2001. Y 5 de ellos desde 2011. Las cifras no engañan, cada vez hace más calor. ¿Puede el calor reducir la fertilidad en un momento en el que la natalidad está en mínimos en países como España?
Conocemos desde hace tiempo que las temperaturas elevadas son enemigas de la producción de semen por parte de los testículos. A modo de ejemplo citaré dos estudios muy reveladores:
- Estudio publicado en Asian Journal of Andrology en 2015: 20 voluntarios chinos entre 22 y 45 años de edad se sometieron a calentamiento testicular mediante un baño de agua a 43 ° C, durante 10 sesiones de 30 minutos durante 6 semanas. Al cabo de ese tiempo se observó una disminución del número total de espermatozoides, de la concentración y de su movilidad, y un incremento en la fragmentación del ADN espermático como consecuencia del calor. Los análisis de semen realizados a las 16 semanas demostraron la reversibilidad del proceso, con valores similares a los que presentaban al inicio del tratamiento.
- Estudio publicado en Reproductive Biology en 2019: a 5 voluntarios se les hizo llevar un calzoncillo especial muy ajustado que presionaba a los testículos contra el cuerpo durante 15 horas al día 120 días. Se compararon los resultados con un grupo control de 27 personas. A los 45 días hubo un descenso dramático en el número de espermatozoides y el análisis cromosómico con FISH mostró el doble de alteraciones que antes del calentamiento y que en el grupo control. A los 180 días los cambios se habían revertido y los individuos tenían recuentos normales de espermatozoides y de anomalías cromosómicas.
¿Podría una ola de calor producir un deterioro del semen? La respuesta es que probablemente sí, pero siempre y cuando estuviéramos expuestos de manera muy continuada a este calor intenso. En la Universidad de Anglia Oriental (Reino Unido), estudiaron el impacto del calor ambiental en la producción de semen del escarabajo rojo de la harina. Se vio que una ola de calor reducía en tres cuartas partes su número de espermatozoides. En 2018 se estudió en EE.UU. la tasa de nacimientos de los últimos 80 años. Se vio que cada vez que había en Agosto una intensa ola de calor, 9 meses después (el Mayo siguiente) había menos nacimientos.
En definitiva, el creciente calor es un hecho. Y también lo es que el calor reduce la fertilidad. Pero es difícil predecir si esto podrá influir negativamente en la tasa de nacimientos (en España es de las más bajas del mundo). Desde luego no ayudará. Está claro que a diferencia de los escarabajos, ya nos buscamos recursos para refrescarnos como el aire acondicionado, el uso de ropa ligera o un baño en la piscina. Además, el organismo tiene su propio sistema de autorregulación. Por otro lado, las consecuencias son reversibles cuando cesa el calor. Por todos estos motivos podemos decir que, aunque el calor influye, parece difícil que pueda convertirse en algo muy determinante en lo que se refiere a la natalidad.
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