Según algunos investigadores, el beso es una invención de las sociedades occidentales modernas. El Dr. Rafael Wlodarski de la Universidad de Oxford (Reino Unido), encontró la prueba más antigua de la existencia del beso en unos textos en sánscrito de hace más de 3500 años. En ellos se describía el beso como la acción de “inhalar el alma del otro”.

En los primates el beso es una práctica más común entre machos y se considera, según los primatólogos, una forma de reconciliarse. Es decir, no es un comportamiento romántico. Además, se trata de un hecho excepcional en la naturaleza, ya que no existe evidencia de que otros animales se besen apretando sus labios y compartiendo saliva. Sí se ha visto en algunas especies que acercan sus rostros para oler feromonas y desencadenar en la hembra el deseo sexual. Ya hablé hace unos días de las feromonas y de su presencia en el sudor humano ( «El sudor del hombre estimula sexualmente a la mujer» ).

Wlodarski explica que mientras los animales tienen muy buen olfato y no necesitan acercarse mucho, en los humanos el beso sería solo una manera culturalmente aceptable de acercarse lo suficiente a otra persona como para detectar sus feromonas. Con el tiempo, en algunas culturas este acercamiento para olfatear habría desembocado en el contacto físico de los labios, aunque resulta difícil determinar cuándo ocurrió esto.

¡Curiosidades de la naturaleza! Que tengáis una feliz semana.

(En la foto, el marino Gleen Edward McDuffie, cuyo beso a Edith Shain en Times Square para celebrar el fin de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en uno de los más famosos de la historia).