El chemsex o sexo químico es una práctica casi exclusiva del colectivo gay que consiste en tener sexo en grupo en combinación con clorhidrato de metanfetamina (cristal), GHB (éxtasis líquido), mefedrona, viagra y otros estimulantes. Las sesiones se prolongan durante muchas horas o incluso días debido al aguante que producen estas drogas.
Una variante especial del chemsex es el «slam», sesiones en las que las drogas son inyectadas directamente en vena. En esta peligrosa modalidad se suman los riesgos de compartir jeringuillas con la consiguiente posibilidad de transmisión de VIH o VHC, o de sobredosis. En ocasiones juegan incluso a «doblar» la dosis de forma premeditada rozando la sobredosis, a sabiendas de que puede llegar a ser mortal. En países como EE.UU. o Reino Unido (cuna del chemsex) han aumentado los casos en los últimos años.
Pero además de los riesgos propios de las drogas, existe un importante problema de salud pública por el riesgo de propagar enfermedades de transmisión sexual. En las sesiones de chemsex se suman un número elevado de parejas en poco tiempo, la desinhibición que hace no tener precauciones, y el efecto anestésico de las drogas que lleva a practicar sexo anal con más fuerza y más posibilidad de rotura de capilares, crucial en la transmisión de VIH o VHC.
La moda se ha instalado ya en algunas ciudades españolas y ayuntamientos como el de Barcelona han incorporado recientemente el chemsex dentro del Plan de Drogas municipal.
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