Los domingos habitualmente toca humor en esta página, pero esta semana prefiero contaros lo que le acaba de pasar a mi hijo pequeño hace 2 días. No suelo contar en público cosas de mi vida privada, pero no importa en este caso si sirve para concienciar a los padres sobre el peligro de los más pequeños en el agua. Ya os conté también hace unos meses cómo hacer la maniobra de Heimlich ante un atragantamiento, cuando este mismo hijo mío (que acabará matándome a sustos) casi se ahoga con un caramelo «Mento» ( http://buff.ly/1PsAoEi ).
Estaba con mis hijos al lado de la piscina poniéndoles crema a uno detrás del otro. Al pequeño de 3 años le quité los manguitos para ponerle mejor el protector solar en los brazos, pero todavía me quedaba por ponerle al de 6 años. Impaciente, me atosigaba para que le pusiera también a él la crema rápidamente y así poder tirarse cuanto antes al agua con sus hermanos. El caso es que al pequeño no le volví a poner los manguitos de inmediato…
Cuando levanté la vista vi un cuerpecito flotando en el agua boca arriba, me miraba y movía suavemente brazos y piernas. Durante unos segundos creí que nadaba plácidamente de espaldas, y hasta me resultó gracioso ver cómo lo hacía, pero rápidamente me di cuenta de que el niño estaba más blanco de lo normal, tenía un poco de agua en la boca y ¡no llevaba los manguitos! Me tiré corriendo a la piscina y mientras lo sacaba por las escaleras grité a mi hijo mayor que fuera a buscar a mi mujer y que llamara al 061. Entre tanto, le comprimí el tórax con ambas manos varias veces, después lo puse boca abajo cogiéndolo de los pies y dándole palmadas en la espalda, pero no respondía. Al ver que cada vez se ponía más azulado y que estaba ya totalmente inconsciente lo tendí en el suelo y comencé a reanimarlo con compresiones en el tórax y respiración boca a boca. En ese momento temí lo peor… Pero pronto emitió un pequeño gemido y comenzó a expulsar abundante agua por la boca y después espuma. Entonces cogió una gran bocanada de aire y se puso a llorar como si acabara de nacer, abrió los ojos, me miró, y dijo “Papaaaaa”. Todavía echó algo más de espuma, y vomitó, pero ya estaba consciente y parecía fuera de peligro cuando llegó el 061.
¡Vaya susto! Se habría ahogado delante de nuestras propias narices. Yo a dos metros de él y sus hermanos jugando a su lado sin darse cuenta. Doy gracias a Dios por haberme hecho mirar hacia él antes de hundirse, a tiempo de sacarlo. La imagen del niño boca arriba con los ojos abiertos, todavía consciente, mirándome desde la superficie del agua y tratando de decirme algo pero sin poder gritar ni llorar por tener la boca y los pulmones llenos de agua, va a quedar grabada en mi memoria para siempre… Y también su explicación de los hechos. Es increíble, se acuerda de todo: “Papá me ponía crema y me he hundido y papá me ha salvado y no tenía manguitos”.
En Europa el ahogamiento es la segunda causa de muerte accidental en menores de 19 años, después de los accidentes de tráfico. Cada año fallecen en España 450 personas de todas las edades por este motivo. Aprovecho este gran susto con final feliz para alertar y concienciar a los padres sobre este peligro. Comparto con vosotros algunas recomendaciones de seguridad infantil en piscinas. Aunque sin duda, la más importante es estar siempre al lado y no quitarles el ojo de encima ni un solo instante.
Que tengáis un feliz domingo y ¡precaución con los pequeños!
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