Investigadores de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, EE.UU.) han realizado un estudio para ver qué operaciones cerebrales se producen en hombres y mujeres cuando buscan pareja. Para ello, la doctora Fisher y su equipo dividieron en tres grupos los procesos químicos y biológicos: deseo sexual, enamoramiento y amor duradero.
En cada una de estas fases hombres y mujeres tenemos programas cerebrales diferentes para asegurar la reproducción de la especie:
- Fase de deseo sexual: los hombres responden muy rápidamente a los estímulos externos cuando se acercan a las mujeres con las que podrían hacer una pareja, y lo hacen utilizando un mayor número de estructuras cerebrales que las mujeres. Evolutivamente podríamos pensar que el hombre tenía la responsabilidad de «colocar tantos huevos en tantas canastas» posibles. Pero no es así, existe una preferencia biológica de vivir en pareja. Los testículos de los hombres son pequeños en comparación con otras especies, lo cual indica que no tienen que competir demasiado con otros machos para fecundar a las hembras. Otro hecho curioso es que los hombres cuando finalizan el acto sexual paran su programa cerebral, les entra sueño y dejan de pensar. Sin embargo, las mujeres empiezan a pensar en lo que viene a continuación, es lo que se llama la «fase de nido».
- Fase de enamoramiento: tanto en hombres como en mujeres está mediada por neurotransmisores como la feniletilamina, la dopamina, la serotonina, la epinefrina, la vasopresina y la oxitocina. Pero los hombres se enamoran más profundamente, y como tienden a reconocer menos y compartir menos los sentimientos, cuando hay una ruptura lo sufren más terriblemente que las mujeres. A nivel cerebral el enamoramiento del hombre afecta a más estructuras, como es el caso de la corteza prefrontal, la más evolucionada de la especie humana, encargada de emitir los juicios de valor. Según los investigadores, esto explica que cuando estamos enamorados seamos capaces de hacer cosas que en nuestro sano juicio jamás seríamos capaces de hacer.
- Fase de amor duradero: la fase anterior consume muchos neurotransmisores y no puede sostenerse durante demasiado tiempo. Finalmente se apaga y se pasa al tercer programa cerebral, llamado de apego o de amor verdadero. Está mediado sobre todo por la oxitocina en las mujeres y por la vasopresina en los hombres. A su vez, la testosterona inhibe la secreción de vasopresina, y esto explica que los hombres jóvenes con niveles altos de testosterona tengan poco apego. Cuando se tiene un hijo la testosterona baja, y esto biológicamente favorece que se encargue junto con la hembra de la cría. Con la edad la testosterona tiende también a bajar, y esto permite que se afiance la pareja y se deje de buscar en otros nidos.
La interpretación de los estudiosos del tema es que se trata de tres programas cerebrales muy primitivos, sobre los que todavía tenemos capacidad para discernir y tomar decisiones. Por ejemplo, si una persona se vuelve a enamorar pero ya tiene pareja, puede ser capaz de desarrollar estrategias para decidir si quiere seguir con el programa de enamoramiento o si le conviene dejarlo en suspensión y seguir con la misma pareja.
La verdad es que todo en la naturaleza tiene su explicación, también nuestra forma de amar ¿no os parece fascinante?
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