En la imagen tenéis a la derecha un dibujo de una sonda urinaria, y la izquierda su situación dentro de la vejiga. La sonda no es más que un tubo que tiene dos canales en su interior, uno más grueso por donde sale la orina, y otro más fino por donde se intrucen 10 mL de agua con una jeringa para hinchar el balón de retención. La sonda se introduce con el balón deshinchado, y una vez la punta está en la vejiga se hincha el balón para que se quede ahí y no se salga con algún tirón.
Cuando la próstata crece por la edad (hiperplasia benigna de próstata), por una inflamación (prostatitis) o por un tumor (cáncer de próstata), puede llegar a obstruir completamente la uretra impidiendo la salida de la orina de la vejiga. Es lo que se llama una retención aguda de orina. En esta situación la imposibilidad para orinar se acompaña de un intenso dolor en la parte baja del abdomen que obliga a acudir a urgencias para colocar una sonda.
Pero las sondas no son exclusivas de los hombres, ni se colocan solo por complicaciones secundarias a la próstata. Existen otras patologías en las que también puede haber una retención urinaria como por ejemplo una estenosis de uretra (estrechez en el conducto de la orina), o una debilidad en la pared de la vejiga que no tiene fuerza suficiente para empujar la orina hacia el exterior (en parapléjicos, diabéticos, etc).
Además, cualquier intervención quirúrgica que dure más de una hora requiere sondaje urinario para ir evacuando la orina que va llegando a la vejiga (se incluyen las cesáreas por ejemplo). También en situaciones de ingreso hospitalario por cualquier motivo de cierta gravedad, puede ser necesario colocar una sonda no porque no se pueda vaciar, sino solo para monitorizar la cantidad de orina que se produce.
Vamos, que entre operaciones, hospitalizaciones por problemas médicos, o problemas urológicos, casi nadie está exento de haber llevado una sonda en algún momento de su vida. Ahora ya sabéis cómo funciona.
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