Ya os hablé con detalle sobre la definición, tipos y diagnóstico de la eyaculación precoz, y sobre las distintas opciones de tratamiento. En casos severos, una sola actuación no es suficiente para conseguir un tiempo de latencia eyaculatoria intravaginal que sea satisfactorio para la pareja. Aquí suele ser necesaria la combinación de terapias.
Por ejemplo, es frecuente que tengamos que pautar de entrada un inhibidor de la recaptación de la serotonina (ISRS) tomado a diario, y además un anestésico local como la crema EMLA, el spray FORTACIN, o un preservativo retardante. Aprovechamos así dos mecanismos de acción distintos que, combinados, hacen el tratamiento más efectivo.
Si además la pareja es estable y colaboradora, se pueden añadir técnicas de focalización sensorial o técnicas conductuales de compresión del glande o de parada y arranque para ir ganando en autocontrol. Y si todo ello es insuficiente, se puede incluso recomendar al paciente que se masturbe 1-2 horas antes del coito, para aprovechar el periodo refractario después de la primera eyaculación, y así retrasará la siguiente.
La eyaculación precoz suele ser crónica, algo que al paciente le sucede «de siempre». Simplemente sus vías neurológicas para la eyaculación son más rápidas. La situación más frecuente es que, después de años con el problema, el eyaculador precoz se va conociendo, ha ido encontrando la combinación de terapias que le resulta más cómoda o efectiva y, de la mano de los profesionales que nos dedicamos a ello, ha ido ganando poco a poco en autocontrol. Además, solo con la edad y la madurez también se suele mejorar.
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