El cáncer de riñón es el 3º tumor urológico más frecuente en los hombres, por detrás del cáncer de próstata y el cáncer de vejiga. En total es el 6º cáncer más frecuente en los hombres y el 10º en las mujeres. Es más frecuente a los 60-70 años pero puede aparecer ya en la década de los 40.
Como factores causales están el tabaco, la exposición laboral al asbesto y al cadmio, la obesidad, los antecedentes familiares (riesgo x 2,9 en familiares de 1º grado), la insuficiencia renal terminal, y algunos síndromes hereditarios como la esclerosis tuberosa y la enfermedad de Von Hippel-Lindau.
Cuando un tumor renal es pequeño es completamente asintomático, y solo cuando es grande o está extendido produce síntomas como dolor lumbar, hematuria, masa abdominal palpable, pérdida de peso o síntomas secundarios a los llamados síndromes paraneoplásicos. En más de la mitad de los casos los tumores de riñón se diagnostican por casualidad al realizar una ecografía o un TAC por otro motivo, como una revisión urológica o algún problema abdominal. Es importante resaltar que cuando radiológicamente se encuentra una masa renal sólida, en el 90% corresponde a un cáncer de riñón, y solo el 10% a un tumor benigno. Por el contrario, si se trata de una masa líquida o quiste renal, la inmesa mayoría son benignas.
Algunos tumores pequeños y de crecimiento lento en pacientes mayores pueden ser no tratados y simplemente vigilados, o bien sometidos a técnicas mínimamente invasivas como la radiofrecuencia o la criocirugía. Pero el tratamiento estándar incluso en casos con metástasis ganglionares o a distancia es la cirugía laparoscópica para extirpación parcial (si se puede) o total del riñón. En algunos casos es necesario un tratamiento con quimioterapia oral posterior a la cirugía, pero en la mayoría de los casos no.
El pronóstico depende de muchos factores como el tamaño del tumor, la extensión por fuera de la cápsula de Gerota que engloba el riñón, la presencia de adenopatías, de metástasis o de extensión a la vena cava, el grado de Furhman (grado anatomopatológico de malignidad), y algunos datos clínicos, analíticos y moleculares.
Debemos recordar por tanto, que los tumores sólidos del riñón casi siempre son malignos, y que, al ser asintomáticos, en muchos casos su diagnóstico es casual.
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