El «sexo compulsivo» o «donjuanismo» o «trastorno de impulso sexual excesivo» o «trastorno de hipersexualidad» (o «ninfomanía» en las mujeres) se define como un conjunto de conductas dirigidas a mantener relaciones sexuales, habitualmente con diferentes parejas, con el fin de satisfacer un intenso y frecuente deseo sexual. Pertenece al grupo de trastornos obsesivo-compulsivos y ocurre hasta en un 6% de la población. Como siempre, el límite entre lo normal y lo patológico es arbitrario, y suele ponerse en aquel punto en el que los impulsos sexuales acaban afectando negativamente la vida personal, familiar, social o laboral.
Contrariamente a lo que se puede pensar, la adicción al sexo no es solo tener mucha actividad sexual, sino que traduce problemas serios subyacentes. El perfil más frecuente es un varón joven, con problemas en el control de impulsos a otros niveles, con baja autoestima, promiscuo, persistente a pesar de las consecuencias negativas, y con «síndrome de abstinencia» cuando no se consigue tener relaciones sexuales. El trasfondo suele ser el de fracaso social, familia problemática o desestructurada, historia de abusos sexuales en la infancia, etc.
El tratamiento lo lleva a cabo un psicólogo mediante técnicas cognitivo-conductuales con el fin de cambiar las actitudes, manejar las emociones y controlar los impulsos compulsivos. Al paciente se le enseña a controlar el impulso mediante «exposición programada con prevención de respuesta»: la persona adicta se enfrenta a situaciones internas (por ejemplo estados emocionales como la ira) o externas (como ver a una persona que le resulte atractiva) que le generan el deseo sexual sin que ponga en marcha la respuesta sexual como hacía hasta el momento.
Tener sexo muchas veces o con muchas parejas no es «adicción». Empieza a serlo cuando se convierte en algo necesario alrededor de lo cual gira todo lo demás en la vida. Hay que pensar en cada cosa en su justa medida…
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